3/5/2023 - Economía y Finanzas

La libertad que encarcela

Por Horacio Gustavo Ammaturo

La libertad que encarcela

La libertad que encarcela

Durante los últimos meses, ante la proximidad de los actos electorales que se producirán este año diversas propuestas plantean alternativas para resolver los temas que más preocupan a los argentinos. 

En todas las encuestas figuran entre las principales preocupaciones de los consultados la tan conocida y padecida “inflación”.

Entender a la inflación como un problema en sí misma es como dar a la fiebre la responsabilidad de una infección, es decir atender el síntoma sin tratar la causa que le dió orígen.

En los medios abundan fanáticos y detractores en dolarizar la economía, volviendo el planteo como algo casi dogmático. 

Algunos que hacen de esta acción una respuesta final y reveladora y otros que plantean que sería el fin de nuestros días.

Sobran artículos en los que se explican los procesos de dolarización en otras economías, como Panamá, El Salvador, Ecuador o Zimbabwe, y otra vez están quienes ponen el ojo en los aspectos positivos y otros en los negativos. 

Libertarios.

En nuestro país, paradójicamente, la representación política que enarbola la bandera de la dolarización se autodefine como “libertarios”.

Libertario significa a favor de la libertad, es decir contrario a lo autoritario, controlado, determinista o esclavista. 

Al igual que en muchos aspectos de la vida, los extremos son poco recomendables. Hemos visto durante la historia de la humanidad continuos fracasos y verdaderas catástrofes sociales en el vaivén de políticas de uno y otro lado. En todos los casos, los fracasos han sido notorios y crueles.

Fin de ciclo.

Claramente, nos encontramos frente a la posibilidad de un fin de ciclo en la Argentina. 

Una etapa en la que el dirigismo del estado llegó a niveles incontrolables y poco recomendables. 

Burocracia, impuestos y falta de reglas claras han alejado a la inversión y al poder distributivo del trabajo.

El permanente financiamiento de lo público con deuda y emisión agotaron al crédito y destruyeron el valor de la moneda local.

Todo esto es cierto y verificable. Nadie puede negarlo.

Sin embargo, la culpa no la tiene el peso sino quien lo administra.

Culpar al peso por la inflación, o al Banco Central es una entelequia, es darle vida propia a algo que la carece, solo existe en la imaginación de quien lo hace.  

Los responsables de estas circunstancias son las personas que ocupan espacios de poder, es imposible que el espacio o el organismo sea el responsable. Entender esto es fundamental porque solamente haciendo un diagnóstico acertado podremos tener prescripciones adecuadas. 

Recuerdo que hace muchos años, durante un viaje por España, el mozo de un restaurante cada vez que entraba a la cocina a buscar un plato se golpeaba la cabeza con una parante de madera que había en la entrada. Lo más curioso de la situación era que en cada golpe el señor miraba hacia arriba maldiciendo a la decoración infelizmente ubicada. Culpar al peso es idéntico. 

Argentina ya dolarizó.

Durante el período de convertibilidad nuestro país vivió en una fáctica dolarización. La paridad del peso con el dólar sostenida durante casi 10 años sirven de ejemplo para conocer los efectos deseados e indeseados de resignar política monetaria en una autoridad regulatoria de otro país, en este caso la Reserva Federal de los Estados Unidos, que cuida los intereses de los ciudadanos norteamericanos. 

Es probable, que aún durante estos tiempos estemos pagando el precio de haber recurrido a medidas alquímicas en el pasado. Gasto público en moneda dura por encima de los ingresos, bancado exclusivamente con deuda pública, inversión privada sostenida con financiamiento en dólares contra flujo de ingresos denominados en pesos fueron un cóctel explosivo cuando crisis externas o internas afectaron el ingreso de las personas.

Es difícil olvidar los remates de inmuebles sin postores, las ejecuciones prendarias, los cheques rechazados, la desocupación y el colapso del sistema bancario junto al ruido de las cacerolas.

Han pasado 30 años, muchos pueden haber olvidado. Otros tantos no pasaron por ello. Sin embargo, quienes recordemos debemos, al menos, contar esta parte de la historia.

Símbolo nacional.

A lo largo de la historia el hombre ha adoptado diferentes símbolos para dar identidad al grupo o nación a la que pertenece. Banderas, himnos, escudos y marchas han servido de guía para que la sociedad se reconozca así misma.

Desde la mismísima creación de la moneda fiduciaria, quien la emite ostenta la responsabilidad de dar identidad a la nación que la acuña. 

Un país sin moneda es un país sin identidad. Un país sin identidad es un país que ha delegado responsabilidades esenciales en el entendimiento que por sí solo no las puede asumir. 

Dolarizar es entregar parte de nuestra identidad. Es perder nuestra verdadera soberanía en el espacio del capitalismo.

Es bajar los brazos renunciando a hacer las cosas como una nación independiente. 

Es asumirse como ineficiente, inepto e incapaz de conducir los destinos monetarios de la nación. 

Es poner el carro por delante del burro, pues sin orden fiscal ni proyecto de crecimiento del país solo se distribuye pobreza, más allá de que sea en pesos o en dólares. 

Ser pobre es igual en cualquier denominación.

Es por eso que ofrecer a quienes olvidaron o nunca conocieron los efectos de una dolarización de hecho, como fue la convertibilidad, el relato de la historia reciente pueda servir para dejar de lado el enojo y el descrédito que todos tenemos para con los dirigentes.

Dolarizar ha servido a determinados  pueblos para poner orden en sus cuentas públicas, sin embargo, difícilmente ha sido útil para que los trabajadores consiguieran ascenso social. De hecho es habitual ver viajando por el mundo a brasileños, argentinos, chilenos, mexicanos o chilenos. En cambio, difícilmente encontremos tours repletos de panameños, ecuatorianos, salvadoreños o zimbabuenses recorriendo Europa.   

La sociedad en su conjunto no ha encontrado, aún, una forma mejor para resolver los asuntos comunes que el ejercicio de la democracia por medio de representantes. 

Evitemos la resignación de entregar una parte de nosotros porque  hasta ahora hemos fracasado en sostener el valor de nuestro dinero. 

Sin dudas es un proceso imperfecto, sin embargo ofrece oportunidades para todos los que se puedan hacer oír. 

Cuidado con oir sin escuchar. 

Es probable que detrás de la libertad declarada se esconda la más oscura debilidad esclavista fundada en la propia incapacidad. 

Sigo apostando a que en Argentina existen ciudadanos de buena fé e idóneos para afrontar los desafíos que tenemos y los que vendrán sin entregar la espalda. 

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horacio gustavo ammaturo

Horacio Gustavo Ammaturo

Soy Gustavo Ammaturo. Licenciado en Ciencias Económicas. CEO y Director de empresas de infraestructura, energía y telecomunicaciones. Fundador y mentor de empresas de Fintech, DeFi y desarrollo de software. Blockchain Product Designer.

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