15/3/2022 - Economía y Finanzas

Sujeto de crédito

Por Horacio Gustavo Ammaturo

Sujeto de crédito

Una de las principales funciones que cumplen los bancos en la economía es la de vincular los fondos depositados por sus ahorristas e inversores con las demandas de quienes consumen, invierten y producen. 

Con el objeto de preservar la seguridad de los depósitos existen normas e información que las entidades bancarias deben cumplir y brindar. Los bancos centrales son quienes fijan estas reglas para dar confiabilidad y previsibilidad al sistema financiero. 

En este sentido, es clave poder fijar pautas claras y verificables para determinar quienes pueden ser deudores del sistema financiero, es decir, quienes pueden recibir dinero prestado por los bancos, algo que usualmente se denomina como “sujeto de crédito”.

En grandes rasgos, sujeto de crédito es cualquier persona físico o jurídica que cumpla con los requisitos que el acreedor o prestamista defina.

Al analizar al sistema bancario como otorgante de créditos observamos tres aspectos principales que se tienen en cuenta:

  1. Antecedentes crediticios, es decir, todo el historial que un potencial deudor tenga sobre préstamos tomados en el pasado y su cumplimiento en los pagos. Existen compañías que ofrecen todo tipo de información para evaluar cómo se han comportado los deudores frente a cualquier otra obligación pasada.
  2. Capacidad de repago, que es la que determina la proyección de ingresos futura cierta y verificable con la que el deudor afrontará el pago del préstamo, tanto de los intereses como del capital tomado.
  3. Garantías, representadas por cualquier derecho que el deudor, o un tercero garante, deje inmovilizado con el objeto de hacer frente a las obligaciones contraídas por el crédito ante un eventual incumplimiento.

Obviamente que la rigurosidad y la magnitud del análisis de estas variables estarán en función a las características del préstamo, monto, plazo, tasa, tipo etc.

Tanto las normativas como los procedimientos establecidos, parcialmente descritos en los párrafos precedentes en algunos casos resultan insuficientes. Solo a modo de ejemplo, diariamente cientos de deudores por saldos de tarjetas de créditos son intimados por entidades y estudios jurídicos a cancelar sus cuentas. Muchos de estos casos responden a operaciones realizadas por sujetos que carecen de garantías y que sus circunstancias para el repago de las deudas se han vuelto “desfavorables”.

Psicológica y emocionalmente se producen, en apariencia, virajes en las posiciones de las partes, cambiando la fortaleza del acreedor hacia la debilidad de quien puede perder su dinero y de la situación angustiosa de un deudor incumplidor al de uno resignado y escudado en el “no puedo pagar más”, suponiendo que esto constituye una verdad que revela y da fortaleza.

En muchos de estos casos, los acreedores aceptan, previo un plazo de discusiones, más formales que de fondo, propuestas de quita de interés, resignación en cobrar cargos punitorios o incluso disminuciones en el capital adeudado, extensiones de plazo y períodos de gracia.

Sin embargo, lo que en apariencia es una buena negociación para los deudores termina siendo un cambio sustancial en su condición frente al resto del sistema, pues sin dudas su cualidad de sujeto de crédito se verá afectada. En estos casos los deudores consumen su capacidad de endeudamiento futuro a cambio de incumplir en sus compromisos presentes. 

Las sucesivas crisis económicas de nuestro país, sumado al terrible impacto que ha tenido la pandemia en la solvencia y la proyección de ingresos de las empresas locales han sacado de la categoría de sujeto de crédito a individuos y empresas. 

Utilizar las normas bancarias tradicionales para otorgar líneas de crédito en un país fundido priva a quienes más necesitan estos fondos y premian a quienes cuentan con excedentes, pues pueden tomarlos para aprovechar los incentivos que las líneas promocionales ofrecen.

Exactamente lo mismo ocurre con los países.

Luego del default del año 2001 Argentina, una vez más, incumplió con sus acreedores, da lo mismo que sean internos o externos, pues la cualidad de deudor no reconoce jurisdicción sino que revisa comportamiento, el resto son excusas o mecanismos que abonan, aún más, la realidad de incumplidor.

Habiendo pasado 15 años desde aquel momento, de a poco se pudo ingresar al sistema voluntario de crédito, o sea, acreedores que están dispuestos a prestar dinero fresco, sin embargo, esto no era barato, ni mucho menos conveniente.

Las tasas de intereses que convalidó Argentina para sus nuevas emisiones de deuda duplicaron y hasta triplicaron las que honraban otros países de la región. Incluso presentando indicadores de solvencia, liquidez y endeudamiento mucho mejores, el mercado pretendía mejores rendimientos para prestarle a nuestro país.  Los antecedentes crediticios condicionan al perfil de inversor, dejando solo a los más especuladores y codiciosos, los que esperan altos rendimientos asumiendo grandes riesgos. 

Al igual que cualquier vecino del barrio, cuando los antecedentes, los ingresos o las garantías no dan, solo queda la usura o el empeño frente a una necesidad.

Las negociaciones y renegociaciones de deuda que hemos celebrado son similares a la de aquel deudor de tarjeta de crédito que dijo “no puedo pagar más”. Nuestros acreedores han tomado esto, algo que ha ocasionado las siguientes consecuencias:

  1. Una mancha más al tigre del incumplimiento, dejando a Argentina como ese país que no cumple con sus contratos, cuyos políticos tiran las pelotas de un lado hacia el otro, como si fueran países  diferentes. Con seguridad, nuestro país, volverá a sufrir la falta de credibilidad externa en el futuro con consecuencias durísimas tanto para el sector público como para el privado.
  2. Falta de confianza en todos los acuerdos, prueba fehaciente de ello es la cotización de la deuda post default, es decir la renegociada que presenta valores típicos de quienes no van a cumplir, a pesar de encontrarse sin vencimientos incumplidos, aun, y con todos sus plazos postergados.

Argentina no es sujeto de crédito y esto es un verdadero fracaso, algo que supera al gobierno actual y que alcanza a todos los grupos de poder local. La mejor demostración de esto es que no hay vencimientos durante la gestión del presidente Fernandez y aún así la deuda pública poco vale, es decir que los inversores descreen en cualquiera de las gestiones que puedan venir. 

Los inversores no creen en la Argentina. 

Hagámonos cargo. 

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horacio gustavo ammaturo

Horacio Gustavo Ammaturo

Soy Gustavo Ammaturo. Licenciado en Ciencias Económicas. CEO y Director de empresas de infraestructura, energía y telecomunicaciones. Fundador y mentor de empresas de Fintech, DeFi y desarrollo de software. Blockchain Product Designer.

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