La pandemia del Covid-19 que tuvo sus efectos sobre la salud y las costumbres de las personas durante el año 2020 y 2021 ha llegado al bolsillo de las personas y en consecuencia a los mercados financieros en general durante el año 2022.
Las políticas de expansión monetaria que la mayoría de los estados del mundo realizaron para sostener, tanto a los ingresos de las familias como a las nóminas de las compañías, postergaron los efectos económicos de la brutal desaceleración en el producto bruto internacional ocasionada por la suspensión de actividades y la parálisis, casi total, de los movimientos habituales de las personas.
Al igual que el cuerpo humano, que cuando se siente amenazado produce sustancias que potencian sus reflejos y habilidades (como la adrenalina), y luego del episodio producen el famoso “estrés post traumático”, la inflación con recesión, denominada “estanflación” es el proceso por medio del cual la actividad económica y las finanzas, purgan los efectos de una emisión monetaria sin respaldo, acompañado de la concentración de la riqueza en pocas manos.
Casi en forma automática y directamente proporcional podemos observar cómo la relajación de las medidas de aislamiento y la reducción de los programas de asistencia significaron caídas en los precios de los activos financieros.
A modo de ejemplo, el índice Nasdaq comenzó el año en 16.395 puntos finalizando en torno a los 10.000, representando una baja en el indicador de más del 40 %.
El S & P 500, que durante el 2021 superaba rueda tras rueda máximos históricos, inició el 2021 en torno a los 4.667 puntos para llegar durante el 2022 a menos de 3600, una caída del 23% aproximadamente.
Mientras que por el lado del Dow Jones, los extremos dentro del año han sido entre 36.231 y 30.000, representando una disminución del 18%.
Lo mismo ha ocurrido en término de monedas soberanas, las que en su gran mayoría, han cedido terreno frente al dólar estadounidense.
El Euro se ha devaluado más de un 12%, perdiendo incluso, esa resistencia psicológica que es la paridad con el dólar.
Ni hablar de la Libra inglesa que retrocedió un 1,34 dólares a mínimos de 1,08.
Los activos digitales no escaparon a estas circunstancias.
Las principales criptomonedas cedieron entre un 35% y un 70% las cotizaciones en relación con sus máximos históricos.
El bitcoin que había alcanzado hacia finales del 2021 valores superiores a los 68.000 dólares por unidad comenzó en 47.000 el año 2022, llegando a valores inferiores a los 19.000 dólares en algunos momentos, algo que nos permite concluir que, por ahora, este sería su piso.
Punto aparte fueron los casos de Terra y Luna que demostraron que si bien se puede confiar en los algoritmos, quienes cargan los datos y toman las decisiones de entrar o salir siguen siendo las personas.
Con respecto a otros activos digitales, el mercado del arte digital expresado en formato de NFT fue duramente castigado relegando tanto el interés de los inversores como los sostenidos incrementos en las valuaciones de los mismos.
Los metaversos, que prometían durante el año 2021 ser estrella en el 2022, recibieron un durísimo golpe que tiñó de realidad al mundo virtual. Desde cientos de proyectos que quedaron sin fondeo, hasta los desarrollos más avanzados como Descentraland o incluso Meta, la propuesta de Facebook que llevó al cambio de nombre de la compañía, no tuvieron las respuestas esperadas y el mercado los castigó con pérdidas de más del 70% en sus valuaciones.
En conclusión, los activos digitales han pasado una durísima prueba este 2022.
Si bien perdieron, por ahora, la batalla por ser considerados “anticíclicos”, es decir una alternativa de resguardo de valor frente a los avatares del mercado financiero tradicional consolidaron un mercado y principalmente, obtuvieron la atención por parte de los reguladores en casi todo el mundo.
Este, es un verdadero suceso, pues tanto en el mundo desarrollado, como en el resto, se avanzó durante el 2022 en marcos normativos y medidas de seguridad e integración con el resto de los mercados tradicionales.
Justamente, han sido la institucionalidad y el marco legal, los principales cuestionamientos de los detractores de los activos digitales y los avances producidos durante el 2022 han significado un pequeño paso para los resultados económicos pero un gran paso para la consolidación del mercado.
Con respecto a los mercados en general, el 2022 podría resumirse como el año del “fly to quality”, o volar hacia la calidad.
Todos los indicadores reflejan eso, desde el valor del dólar americano, principal moneda de intercambio internacional, que se revalorizó frente al resto, hasta las acciones de oferta pública, en las que los mercados más tradicionales, representados por el Dow Jones han sufrido pérdidas considerablemente menores a los de mayor avanzada, como ser el Nasdaq.
Los inversores y ahorristas, en general, concluirán un 2022 más pobres que como lo han comenzado. La pérdida de valor de los activos se refleja y reflejará en menor poder adquisitivo, reduciendo las expectativas de crecimiento y la rentabilidad de las empresas y naciones.
Imposible dejar de lado los conflictos internacionales, como ser la guerra entre Ucrania y Rusia con el impacto que esto ha producido y producirá en la oferta de productos alimentarios y en el mercado energético, ambos de trascendencia en la vida de las personas y en el resto de los bienes y servicios que se ofrecen.
Luego de años en los que los activos se valuaron en base a la fé que los inversores tenían en ellos, el 2022 y probablemente también el 2023, sean tiempos en los que se vuelvan a los fundamentos tradicionales en cuanto a criterios de análisis y valuación de activos.
El año 2023 se debatirá entre sí, al verificar los supuestos que afectaron al precio de los activos en el pasado, se cumplen (menores ventas y márgenes), vuelven a ser castigados (generando un círculo vicioso del que es muy difícil salir) o si se apuesta a un fin de ciclo en el que el futuro será mejor.
La economía es una sucesión de eventos sobre profecías autocumplidas.
Comentarios