En varias ocasiones mencionamos en esta columna que la batalla final entre las finanzas tradicionales y los nuevos modelos financieros se produciría indefectiblemente.
Que la influencia de los actores principales en la economía de nuestros tiempos, a modo de ejemplo Warren Buffet o el mismo Bill Gates, catalogaron a las criptomonedas como “scam” o estafa en nuestra lengua española.
Que el Fondo Monetario Internacional ha agregado entre sus recomendaciones o sugerencias, antes de otorgar préstamos, su expreso interés en desalentar el uso de criptomonedas.
Que cada vez son más los bancos que dificultan las operaciones entre los denominados “exchange”, o bolsas cripto, que utilizan los inversores para interactuar entre las monedas soberanas y las criptomonedas, operatoria usualmente llamada como “rampa”, pues vincula ambos sistemas financieros.
Algunos comunicadores sostienen que las criptomonedas se utilizan para transacciones ilegales y que representan el lado oscuro de las finanzas y medios de pagos.
Sin embargo, el desarrollo y la evolución en materia de criptomonedas ha sido sostenida y maratónica durante los últimos 15 años, fundamentalmente, al amparo de la indiferencia o falta de comprensión de los reguladores.
Probablemente, en aquel año 2008, cuando se inició la difusión del protocolo del bitcoin, el volúmen de operaciones, la cantidad de inversores y el valor de mercado que esto representó poco importaba a quienes dictan las normas y los procedimientos. Del mismo modo que al sistema financiero tradicional.
La cuestión fue que de ofrecerse una sola cripto que movía apenas unos pocos dólares se pasó a formar un verdadero ecosistema global que administra miles de especies digitales, con diferentes propuestas de emisión y trillones de dólares con una distribución geográfica de alcance mundial.
Como cualquier estructura burocrática, lenta y meandrosa, las normas sobre el mundo cripto se suceden en todas las latitudes, con criterios dispares y difusos, que confunden a quienes pretenden estar dentro de la ley y permiten la libre interpretación de aquellos que circulan por los límites o fuera de ellos.
Estos últimos días han sido muy significativos en cuanto a la posición de los Estados Unidos en cuanto a disposiciones sobre las actividades con criptomonedas.
Los reguladores han lanzado una serie de medidas, sincronizadas, que aparentan ser el inicio de la batalla final.
La Security Exchange Comision (SEC), demandó a los dos exchanges más importantes del mundo, Coinbase y Binance. También apuntó a una serie de tokens de proyectos de gran capitalización que clasificó como valores no registrados.
El anuncio provocó alrededor de $4 mil millones en retiros netos de los exchanges afectados.
Estas acciones del regulador promovieron que otro de los exchanges más grandes, Robin Hood retirara de su panel a los tokens que la SEC había definido como valores no registrados, en evidencia de lo temerosas que son algunas grandes entidades criptográficas de que la SEC desvíe su atención a otros jugadores como parte de su represión. El anuncio de Robin Hood destruyó los precios de los tokens afectados haciendo bajar a cada uno más del 30% semana tras semana.
En verdad, existe algo que ningún regulador podrá modificar. La tecnología que soporta el funcionamiento de las criptomonedas las trasciende.
Blockchain es una herramienta de registro, lejos está de ser un activo en sí mismo.
Al igual que la Internet, por la que se difunden información, conocimiento y se utiliza para unir e integrar globalmente, también puede ser un medio para cometer delitos, desacreditar o facilitar irregularidades.
Blockchain permite organizar entornos de registración abiertos o cerrados, es decir, integrados con otros o exclusivos, utilizando como infraestructura de red a la Internet. De esta forma, las inversiones en infraestructura y los costos operativos son mínimos.
La cuenta regresiva hacia la batalla final entre el mundo cripto y las finanzas tradicionales esté llegando a su tramo final.
Seguramente, en un corto plazo, este aparente desencuentro entre lo que aparentan ser modelos financieros antagónicos o diferentes, se trate de la aparición de una tecnología fascinante que permitirá a las finanzas proponer modelos de inversión, ahorro y préstamo novedosos, eficientes y rentables.
En ocasiones, la resistencia al cambio demora procesos inevitables. Afortunadamente, la historia está plagada de situaciones en las que la tecnología y el saber se impusieron al temor y la ignorancia.
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