Sin dudas el resultado de las últimas PASO han puesto en evidencia el hartazgo de la ciudadanía con la clase dirigente.
Los políticos pretenden hacernos creer que la gente ha votado en tercios, es decir que, puntos más o menos, entre las dos fuerzas tradicionales, Juntos por el Cambio y el Frente por la Patria, y la nueva propuesta, La Libertad Avanza se han repartido al electorado.
Sin embargo, el verdadero tercio lo han conseguido el voto en blanco y el ausentismo.
El resto se ha repartido poco más del 65% restante.
Claramente la acumulación de excesos regulatorios y tributarios han encontrado un límite en las urnas.
Para muestra sobra un botón.
Probablemente el gran perdedor en estos comicios ha sido el jefe de gobierno porteño, quién, a pesar de haber gastado fortunas en su campaña, prometer el oro y el moro a cuanta persona u organización pudiera acercarle un voto, quedó muy lejos de su competidora directa y más aún del resto de los candidatos.
Quizás una de las razones, entre otras, haya sido la política tributaria de la ciudad.
Sólo un ejemplo:
Si una persona que emite facturas en CABA recibe dinero en su cuenta de banco, automáticamente, el recaudador retiene el 3,5% a cuenta de ingresos brutos.
Es decir que si alguien recibe dinero por cualquier otra razón, por ejemplo un préstamo o la liquidación de un seguro o reintegro, el fisco de la Ciudad se apropia de una parte, presumiendo que se trata de una venta gravada.
El caso más llamativo es cuando ese "contribuyente" suscribe un fondo de inversión en una entidad bancaria, incluso en una cuenta de su misma titularidad.
La municipalidad también retiene parte de ese depósito.
Es decir que, cuando se recibe dinero por un pago, alcanzado por el impuesto a los ingresos brutos o no, y cuando esos mismos fondos se imputan a una inversión financiera y se recupera la Ciudad de Buenos Aires retiene "dos veces" el impuesto.
Recaudar a cualquier precio es muy parecido a confiscar y confiscar sin contraprestación es muy cercano a robar.
Los argentinos han votado a quienes han generado la expectativa de ser menos ladrones, más allá de las propuestas políticas, económicas o sociales.
Tal vez, haya llegado la hora en que realmente el ajuste lo haga la política y la administración pública.
Ojalá así sea.
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