Papa Francisco, líder espiritual y referente ambiental
Este abril, el mundo despidió al Papa Francisco, el primer pontífice latinoamericano, el hombre que nos pidió "hagan lío" para cambiar las cosas. Entre tantos gestos, palabras y enseñanzas que marcaron su pontificado, hay un legado que resuena hoy con más urgencia que nunca: su llamado a cuidar nuestro planeta, nuestra casa común.
En 2015, con Laudato Si’, y luego en 2023 con Laudate Deum, Francisco alzó la voz frente a una humanidad que parecía olvidar que la tierra no tiene recursos infinitos para explotar, sino que es un regalo para custodiar. "Laudato Si’, mi Signore", cantaba San Francisco de Asís, y con esa inspiración, el Papa nos recordó que todo está conectado: el ambiente, la justicia social, la economía, la cultura, nuestras propias vidas.
Un llamado a despertar: "Laudato Si’"
Cuando publicó Laudato Si’, Francisco no hablaba solo a los católicos. Se dirigía a toda persona de buena voluntad, invitándonos a mirar de frente el daño que causamos: contaminación, cambio climático, pérdida de biodiversidad, pobreza extrema. No era un discurso de expertos, sino un grito de humanidad: "Todo está conectado", repetía una y otra vez.
En esa encíclica, el Papa fue claro: el problema no es solo ecológico, sino ético, cultural y espiritual. Criticó el modelo de consumo desenfrenado, la cultura del descarte y la lógica de explotación que olvida que la Tierra tiene límites. Nos mostró otra forma de vivir, basada en la ecología integral, que une la defensa del ambiente con el cuidado de las personas.
“No hay dos crisis separadas, una ambiental y otra social, sino una sola y compleja crisis socioambiental.”(Laudato Si’, n° 139)
"Necesitamos una conversión ecológica", escribió, proponiendo un cambio profundo, no solo en los gobiernos, sino en cada uno de nosotros: en cómo consumimos, en qué nos mueve, en cómo nos relacionamos con los demás y con el mundo que habitamos.
Un grito de urgencia: "Laudate Deum"
Ocho años después, en 2023, Francisco volvió a escribir. Esta vez, con Laudate Deum, el tono fue más urgente. No había tiempo que perder. El cambio climático, advirtió, ya no es una amenaza futura: está sucediendo ahora. Sequías, inundaciones, migraciones forzadas... La "casa común" mostraba las heridas de nuestra indiferencia.
Francisco fue más directo: denunció la inacción de los líderes mundiales, criticó los acuerdos climáticos que se firman con grandes titulares, pero se olvidan al día siguiente, señaló con valentía a quienes eligen negar la evidencia científica, y recordó que quienes más sufren las consecuencias son siempre los más vulnerables.
Su mensaje fue claro: no podemos esperar. La respuesta debe ser colectiva, política, pero también personal.
“Ya no podemos detener el enorme daño que hemos causado. Solo podemos tratar de evitar daños aún más dramáticos.”
(Laudate Deum, n° 16)
"¿Qué tipo de mundo queremos dejar a quienes vienen después de nosotros?", nos preguntó, retomando la pregunta central de Laudato Si’. Y nos dejó claro que el cuidado del planeta no es un lujo para ambientalistas, sino un acto de justicia, una cuestión de amor al prójimo y de respeto a las generaciones futuras.
El legado de un Papa visionario que hizo lío
El Papa Francisco fue un adelantado a su tiempo. En un mundo aún dividido entre el negacionismo climático y la indiferencia, él alzó la voz con fuerza, claridad y valentía. Fue trasgresor no solo por decir lo que otros callaban, sino por poner en el centro de la agenda mundial la relación entre el ambiente, la economía y la dignidad humana.
Mientras algunos todavía debatían si hablar de ecología era tarea de la Iglesia, Francisco ya hablaba de "casa común", de "cultura del descarte", de la necesidad de una conversión ecológica profunda. Nos mostró que la crisis climática no es solo un tema científico o político: es, ante todo, una crisis humana.
¿Cómo puede ser que todavía dudemos de la urgencia, si la realidad grita por todos lados? Francisco lo vio claro. Lo dijo claro. Y nos desafió con claridad.
Su voz sigue siendo faro. Con la pasión de quien ama de verdad, nos pidió que hagamos lío: que incomodemos a los poderosos, que sacudamos conciencias, que no aceptemos el mundo tal como está, sino que lo transformemos. En tiempos donde los discursos se moderan para no incomodar, él incomodó con amor, con fe, con una esperanza activa.
“«¿Para qué se quiere preservar hoy un poder que será recordado por su incapacidad de intervenir cuando era urgente y necesario hacerlo?»”
(Laudate Deum, n° 60)
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